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miércoles, 31 de octubre de 2012

EL SALTO



Escena regional; urente sol de estío;
una grácil parásita cuelga su escalinata
de alas de mariposa, pájaros de escarlata,
en la florida torre del conacaste umbrío.

Tal es el escenario por el que corre el río;
el río que arboledas, cielo y frondas retrata
y que fulgura, a veces, como un listón de plata
que estuviera bordado con perlas de rocío…

Y el río va cantando con un cantar que encanta:
más al llegar al borde del abismo, no canta,
sino que imita el sordo clamor de la tormenta.

Y en su cristal, entonces, tiemblan diademas de oro,
y al despeñar – gritando- su vértigo sonoro,
un huracán de espumas a sus plantas revienta.

Alfredo Espino – Jícaras Tristes: Casucas

sábado, 15 de septiembre de 2012

LA MATARON UN DIA


        “La mataron un día que se jue a traer l’agua…
¡Un hilito de sangre le manchaba la nagua!”

Ya no vendrá la moza de ojos madrugadores.
Solamente cantando de un maizal de las lomas
a mojarse las alas vino un par de palomas,
de esas que a veces bajan a los patitos con flores...

Inquietaron la poza. Marcháronse juntitas.
Sólo se oyen rumores de la finca cercana.
Una ramas se mueven, turbando la mañana
y en lenta lluvia caen flores y hojas marchitas.

Poza de aguas celestes: los besos montañeros
han desnudado ramas para tejer tus velos;
eres azul y honda de tanto mirar cielos,
y eres trémula y clara de tanto ver luceros.

Muchacha de ojos negros como dos “clarineros”,
desde que te llevaron, pálida, entre una caja,
ya a la poza con flores tu mamita no baja:
se acuerda de tus ojos cuando ve los luceros
parpadeando en la poza llena de aguas claritas.

Ya el cántaro no baja,
se secan los bejucos en tu rancho de paja.
Cada día amanecen unas flores marchitas…

Alfredo Espino – Jícaras Tristes: Casucas
 

sábado, 8 de septiembre de 2012

EL NIDO

        Es porque un pajarito de la montaña ha hecho,
en el hueco de un árbol su nido matinal,
que el árbol amanece con música en el pecho,
como que so tuviera corazón musical…

Si el dulce pajarito por entre el hueco asoma,
para beber rocío, para beber aroma,
el árbol de la sierra me da la sensación
de que se le ha salido, cantando, el corazón…

Alfredo Espino – Jícaras Tristes: Casucas

sábado, 1 de septiembre de 2012

UN RANCHO Y UN LUCERO


Un día - ¡primero Dios!
has de quererme un poquito.
Yo levantaré el ranchito
en que vivamos los dos.

¿Qué más pedir? Con tu amor,
mi rancho, un árbol, un perro,
y enfrente el cielo y el cerro
y el cafetalito en flor…

Y entre aroma de saúcos,
un cenzontle que cantara
y una poza que copiara
pajaritos y bejucos.

Lo que los pobres queremos,
lo que los pobres amamos,
eso que tanto adoramos
porque es lo que no tenemos…

Con sólo eso, vida mía;
con sólo eso:
con mi verso, con tu beso,
lo demás nos sobraría…

Porque no hay nada mejor
que un monte, un rancho un lucero,
cuando se tiene un “te quiero”
y huele a sendas en flor…

Alfredo Espino – Jícaras Tristes: Casucas

miércoles, 22 de agosto de 2012

BALSA DE FLORES


Aquel caserío tenía un modo
de ser, especial:
el aire más fresco, más limpio, y todo,
¡todo era un paisaje pintado en cristal!

Por lo suave y dulce, por lo plañidera,
la voz de las aves casi era un suspiro…
Y era azul la sierra, la sierra lejana, cual si uno la viera
Detrás de un zafiro…

Para la tristeza de aquellos senderos
tenían  las flores perfumadas frases;
y en los tamarindos, con los clarineros,
gemían zenzontles, lloraban torcaces…

Los ranchos de tejas por el sol doradas,
agrestes surgían entre el rumoroso verdor de las cañas,
y los limoneros dábanle sus sombras aterciopeladas
al balcón abierto frente a las montañas.

Y tú eras la esquiva, morena poblana;
y yo era el viajero lleno de ilusión;
y cuando asomabas ¡qué linda se hacía la alegre mañana
como si brotaran rosas del balcón!...

Y balsa de flores fueron tus amores,
morena, poblana, miel de los cañales…
Y mi amor fue el agua que lloró raudales
para que flotara la balsa de flores…

Alfredo Espino – Jícaras Tristes: Casucas

miércoles, 15 de agosto de 2012

ESTA ERA UN ALA

Siempre remuneraba mi visita
con el oro de  un cuento encantador;
la candidez vivía en la ancianita
como el agua del cielo en una flor…
Adoraba los niños y lo azul;
siempre andaba vestida de candor,
y olía a albahaca y alcanfor
la ropa que guardaba en el baúl…

Qué tempraneras ella y las palomas:
a causa de que el patio se cubría
de flores, casi siempre amanecía
bajo los árboles, barriendo aromas…

Y en la noche, a la luz del lampadario,
rezaba con tan honda devoción,
que la luna asomándose al balcón,
la hallaba con el alma en el breviario.

Una noche de tantas… ¡ay! mi amiga
ya no volvió a asomarse al corredor.
“Está mala”, dijeron: “un dolor,
un cansancio, un silencio, una fatiga”…

Llegó el doctor, se puso a recetar
murmurando en voz baja: “está muy mala”…
Y supe el cuento triste: esta era un ala,
Cansada de volar…

¿Y se fue?  Como todo; cuatro cirios
Llenaban el cuartito de tristeza.
¡Cómo se confundía con los lirios
aquel santo blancor de su cabeza!

   Alfredo Espino – Jícaras Tristes: Casucas 

miércoles, 1 de agosto de 2012

VIENTOS DE OTUBRE (A LA LUZ DEL FOGON)

¡Quizás ya no venga! ¿No s’hia dado cuenta
de que están soplando los vientos de octubre
y que el barrilete vuela, y ya no cubre
como antes al cerro, nube de tormenta?
Hoy s’iajusta el año y él me dijo: “Anita,
Entre algunos días regreso por vos”;
pero no lo quiso quizá tata Dios
 ¿Verdá, madrecita?

Cuando veyo el rancho de paja, el ranchito
q’el estaba haciendo pegado a la güerta,
y veyo tan sola y cerrada la puerta
y veyo de montes aquel caminito,
siento que me muerde, aquí dentro, un dolor,
y que l’alegria también se me ha ido,
y me siento agora, lo mesmo que un nido
que no tiene pájaros, ni tiene calor…

Naide me lo ha dicho, pero es la verdá.
En la madrugada tuve un mal agüero:
se estaba apagando, mamita, el lucero
detrás de aquel cerro que se mira allá,
y asina s’iapaga también lo que quiero…

               No tengo ni ganas de mirar p’ajuera.
¿Qué l’hiace que vengan, que vengan los vientos
si a mis sufrimientos
nada güeno traen de lo que quisiera?
Ciérreme la puerta. Siento que me cubre
un frío las manos, Dios sabe qué tienen…
¿Que no s’hia fijado los tristes que vienen
agora los vientos,
los vientos de otubre?


Alfredo Espino – Jícaras Tristes: Casucas 

lunes, 30 de julio de 2012

ASCENSION



¡Dos alas!... ¡Quién tuviera dos alas para el vuelo!...
Estas tarde, en la cumbre, casi las he tenido.
¡Desde aquí veo el mar, tan azul, tan dormido,
que si no fuera un mar, bien seria otro cielo!...

               Cumbres, divinas cumbres, excelsos miradores…
¡Qué pequeños los hombres! No llegan los rumores
de allá abajo, del cieno; ni el grito horripilante
con que aúlla el deseo, ni el clamor desbordante
de las malas pasiones... Lo rastrero no sube:
esta cumbre es el reino del pájaro y la nube…

Aquí he visto una cosa muy dulce y extraña,
como es la de haber visto llorando una montaña…
 el agua brota lenta, y en su remanso brilla
la luz; un ternerito viene, y luego se arrodilla
al borde del estanque, y al doblar la testuz,
por beber agua limpia, bebe agua y bebe luz…

               Y luego se oye un ruido por lomas y floresta,
como si una tormenta rodara por la cuesta:
animales que vienen con una fiebre extraña
a beberse las lagrimas que llora la montaña.
              
               Va llegando la noche. Ya no se mira el mar.
Y qué asco y qué tristeza comenzar a bajar…

               (¡Quién tuviera dos alas, dos alas para un vuelo!
Estas tarde, en la cumbre, casi las he tenido,
con el loco deseo de haberlas extendido
sobre aquel mar dormido que parecía un cielo!)

               Un río entre verdores se pierde a mis espaldas,
como un hilo de plata que enhebrara esmeraldas…

- Alfredo Espino: Jicaras Tristes - Casucas

CANTEMOS LO NUESTRO



               ¡Qué encanto el de la vida, si los natales vientos
en sus ligeras alas traen ecos perdidos
de músicas de arroyos y música de nidos,
como mansos preludios de blandos instrumentos!

¡Qué encanto el de la vida, si al amor de bohío,
y entre un intenso aroma de lirios y albahacas, 
miramos los corrales donde mugen las vacas
y oímos las estrofas del murmurante rio…!

El terruño es la fuente de las inspiraciones:
¡A qué buscar la dicha en suelos extranjeros,
si tenemos diciembres cuajados de luceros,
si tenemos octubres preñados de ilusiones!

               No del Pagano Monte la musa inspiradora
desciende a las estancias de pálidos poetas:
es nuestra musa autóctona que habita en las glorietas
de púrpura y de nácar, donde muere la aurora.

               Es nuestra indiana musa que, desde su cabaña,
desciende coronada de plumas de quetzales
a inspirarnos sencillos y tiernos madrigales,
olorosos a selva y a flores de montaña.

               Vamos, pues a soñar bajo tibios aleros
de naranjos en flor… cabe los manantiales:
octubre nos regala sus rosas y vesperales;
diciembre las miríadas de todos sus luceros.

- Alfredo Espino: Jicaras Tristes - Casucas