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martes, 18 de junio de 2013

ACUARELA SALVAJE

Es el toro. Tan negro, que causa la impresión
de una bella escultura cincelada en carbón.

Sobre el repecho yergue su indómita arrogancia,
mientras todo un boscaje le rinde su fragancia...

Se oye una algarabía de urracas y de loros
en la tarde (princesa que se desmaya entre oros).

Entre policromías y entre bellezas tantas,
todo el bosque es murmullos, todo el bosque es
                                                                           gargantas...

En los bejucos saltan pájaros de áureas colas,
y la charca se amansa, dormida, entre corolas.

Sobre la flor que aroma, sueña la flor que vuela:
tal es la mariposa que está sobre la umbela.

El del repecho mueve de pronto su figura:
Sus ojos son relámpagos en una noche oscura...

¿Algo espera? ¡Algo espera! Lo dice su mirada
que en lo negro fulgura como una llamarada...

Ruido como de un trote se oye lejano, sordo...
De los guayabos vuelan dos palomas y un tordo...

Vuélvese el del repecho. Sobre el negro testuz,
pone un fulgor sangriento la moribunda luz.

Por fin, entre malezas tupidas y apretadas,
despuntan cuatro cuernos, que es decir cuatro espadas…

Avanza una pareja:
es un toro con manchas y una vaca bermeja...

El del repecho embiste con ímpetu salvaje.
Un gran fragor de cuernos emociona el paraje...

Cornadas por cornadas, bramidos por bramidos...
Todo el bosque es silencio. Todo el bosque es oídos...

No ceden hasta que uno dóblase en el repecho...
¡Un gran clavel sangriento le condecora el pecho!

El negro toro yergue su victoriosa testa,
y resoplando baja la pedregosa cuesta.

Entre un claro de cielo del boscaje sonoro,
la “chiltota” atraviesa como un vislumbre de oro...

Un eco de canciones en el silencio vaga...
Un arrebol lejano sobre el charco se apaga...

Alfredo Espino - Jícaras Tristes: Auras del Bohío