miércoles, 31 de octubre de 2012

EL SALTO



Escena regional; urente sol de estío;
una grácil parásita cuelga su escalinata
de alas de mariposa, pájaros de escarlata,
en la florida torre del conacaste umbrío.

Tal es el escenario por el que corre el río;
el río que arboledas, cielo y frondas retrata
y que fulgura, a veces, como un listón de plata
que estuviera bordado con perlas de rocío…

Y el río va cantando con un cantar que encanta:
más al llegar al borde del abismo, no canta,
sino que imita el sordo clamor de la tormenta.

Y en su cristal, entonces, tiemblan diademas de oro,
y al despeñar – gritando- su vértigo sonoro,
un huracán de espumas a sus plantas revienta.

Alfredo Espino – Jícaras Tristes: Casucas

sábado, 27 de octubre de 2012

AIRES POBLANOS


Yo no sé qué gracias sugestionadoras
tienen estos pueblos de casitas blancas,
llenos de arboledas, llenos de barrancas
y muchachas frescas y madrugadoras…

Quietos pueblecitos, donde la campana
de la vieja iglesia canta de alegría
cuando tras las cumbres de la serranía,
llena de rubores ríe la mañana…

Yo no sé qué gracias llenas de candores
tienen estos pueblos plácidos y quietos
donde las abuelas duermen a sus nietos
dentro de las hamacas de los corredores…

Dulces pueblecitos donde las cigarras
cantan en los claros días abrileños,
mientras as la lumbre de amorosos leños,
ritman sus tonadas trémulas guitarras.

Plácidos rincones donde la existencia
corre mansamente, como un agua pura:
donde hasta los vientos, plenos de frescura,
llevan en sus alas notas de inocencia…

Yo no sé qué encantos sugestionadores
tienen estos pueblos, blandos como un nido
donde el dulce olvido, donde el dulce olvido,
pone un manto rosa sobre los dolores…


Alfredo Espino – Jícaras Tristes: Casucas

viernes, 26 de octubre de 2012

LOS OJOS DE LA CRIOLLA


Unas veces es clara, y otras veces es trigueña
cual la tierra quemada por el fuego del sol…
La criolla que en los labios lleva un tenue arrebol
y en los ojos oscuros lleva un alma que sueña…

Cuando lloran las cuerdas de una triste guitarra,
se le tiñen los ojos de un color de ilusión
y el cálido pecho se le va el corazón,
cuando lloran las cuerdas de una triste guitarra…

En las pálidas horas de las noches de luna,
bajo el toldo discreto del amate sombrío,
le reflejan los ojos cual las ondas de un rio
en las pálidas horas de la noches de luna…

Cuando va los domingos a una iglesia cercana,
con sus ojos oscuros de color de aceituna,
los piropos la siguen y el amor la importuna,
cuando va los domingos a la iglesia cercana…

Cuando lloran las cuerdas de una dulce guitarra
en las pálidas horas de las noches de luna,
se entristecen sus ojos de color de aceituna,
cuando lloran las cuerdas de una dulce guitarra.


Alfredo Espino – Jícaras Tristes: Casucas

miércoles, 24 de octubre de 2012

LA TARDE EN EL PUEBLO


Esta tarde de enero no tiene la pureza
de aquella tarde muerta que ya echaste al olvido;
sobre la misma hierba, cansada, se ha tenido,
y enferma de recuerdos, la hermanita tristeza…

        Sin embargo es la misma transparente belleza…
El viejo campanario, y el paredón florido,
y el amate a la vera de la senda erigido
con los brazos abiertos a la humilde pobreza.

De las casas hincadas bajo de la arboleda,
la tarde está agitando sus pañuelos de seda,
y la vida en el pueblo pisa alfombras de calma.

… Y yo no quiero nada: me dejo de ser mío,
porque sobre el camino –largo como un hastío-
persiguiendo tu sombra se va toda mi alma…


Alfredo Espino – Jícaras Tristes: Casucas

viernes, 19 de octubre de 2012

HUERTOS NATIVOS


        Bajo todos de rubios naranjales
serpentea  el camino polvoriento
todo lleno de aromas y de viento,
lleno de músicas primaverales.

A las primeras luces matinales
pasa el ganado con su paso lento…
y va el gañán detrás, sucio y mugriento
cabalgando en su potro a los corrales.

Junto a la vieja puerta la ubre ordeña
y la leche, aromada y espumante,
burbujea en la jarra rebosante.
Y el sol, a su caricia lugareña
enciende el naranjal, fresco y sonoro
cual si puñadas le arrojase, de oro…

  De entre verde follaje, la cabaña
destaca el techo rústico, pajizo.
A un lado está el bambú de áureo carrizo
crujiendo entre el verdor de la maraña.

Mece a lo lejos la flexible caña
su alto penacho, por el viento rizo
y al ondular, su cálamo macizo
alza el rumor de una canción extraña.

Entre belleza tanta no hay, empero,
una que al alma inspire más dulzura
que aquella lejanía de esmeralda,
recamada de virgen espesura…
surge de ahí una loma y en su falda
ondea su abanico un cocotero…

Alfredo Espino – Jícaras Tristes: Casucas

miércoles, 3 de octubre de 2012

LOS OJOS DE LOS BUEYES

LOS OJOS DE LOS BUEYES


¡Los he visto tan tristes, que me cuesta pensar
como siendo tan triste, nunca puedan llorar!...

Y siempre son así: ya sea que la tarde
los bese con sus besos de suaves arreboles
o que la noche clara los mire con sus soles,
o que la fronda alegre con su sombra los guarde…

Ya ascendiendo la cuesta que lleva al caserío,
entre glaucas hileras de cafetos en flor…
o mirando las aguas de algún murmurador 
arroyuelo que corre bajo un bosque sombrío…

¿Qué tendrán esos ojos que siempre están soñando
y siempre están abiertos?...
¡Siempre húmedos y vagos y sombríos e inciertos,
cual si siempre estuviesen en silencio implorando!

Una vez en la senda de una gruta florida 
yo vi un buey solitario que miraba los suelos
con insistencia larga, como si en sus anhelos
fuera buscando, ansioso, la libertad perdida…

Y otra vez bajo un árbol y junto a la carreta
cargada de manojos, y más tarde en la hondura
de una limpia quebrada, y en la inmensa llanura,
y a la luz de un ocaso de púrpura y violeta…

¡Siempre tristes y vagos los ojos de esos reyes
que ahora son esclavos! Yo no puedo pensar
cómo, siendo tan triste, nunca puedan llorar
los ojos de los bueyes…

Alfredo Espino – Jícaras Tristes: Casucas


jueves, 20 de septiembre de 2012

ALLA


ALLA

Lucita, ¡ qué pena
me da ver, envueltos en tímidos lampos
de luna, tus campos,
tu tierra morena;
la loma que se alza
con los capulines por que suspirabas,
y aquellos caminos por donde pasabas
bañada y descalza…!
¡ Qué pena tan triste…!
Tu campo está en sombras, pues tú eras la luz;
y en el camposanto, luego que te fuiste,
han puesto otra cruz...
Un día dijeron que estabas perdida,
y a tu propia vieja la hirieron abrojos;
y cuando el verano desnudaba huertos
a tu madrecita la hallaron dormida,
pero con los ojos
abiertos...
Tú no comprendías, que era la ciudad
fuego que consume con sus luces malas,
y que a las Lucitas les quema las alas
de la ingenuidad...

Alfredo Espino – Jícaras Tristes: Casucas


sábado, 15 de septiembre de 2012

LA MATARON UN DIA


        “La mataron un día que se jue a traer l’agua…
¡Un hilito de sangre le manchaba la nagua!”

Ya no vendrá la moza de ojos madrugadores.
Solamente cantando de un maizal de las lomas
a mojarse las alas vino un par de palomas,
de esas que a veces bajan a los patitos con flores...

Inquietaron la poza. Marcháronse juntitas.
Sólo se oyen rumores de la finca cercana.
Una ramas se mueven, turbando la mañana
y en lenta lluvia caen flores y hojas marchitas.

Poza de aguas celestes: los besos montañeros
han desnudado ramas para tejer tus velos;
eres azul y honda de tanto mirar cielos,
y eres trémula y clara de tanto ver luceros.

Muchacha de ojos negros como dos “clarineros”,
desde que te llevaron, pálida, entre una caja,
ya a la poza con flores tu mamita no baja:
se acuerda de tus ojos cuando ve los luceros
parpadeando en la poza llena de aguas claritas.

Ya el cántaro no baja,
se secan los bejucos en tu rancho de paja.
Cada día amanecen unas flores marchitas…

Alfredo Espino – Jícaras Tristes: Casucas
 

sábado, 8 de septiembre de 2012

EL NIDO

        Es porque un pajarito de la montaña ha hecho,
en el hueco de un árbol su nido matinal,
que el árbol amanece con música en el pecho,
como que so tuviera corazón musical…

Si el dulce pajarito por entre el hueco asoma,
para beber rocío, para beber aroma,
el árbol de la sierra me da la sensación
de que se le ha salido, cantando, el corazón…

Alfredo Espino – Jícaras Tristes: Casucas

sábado, 1 de septiembre de 2012

UN RANCHO Y UN LUCERO


Un día - ¡primero Dios!
has de quererme un poquito.
Yo levantaré el ranchito
en que vivamos los dos.

¿Qué más pedir? Con tu amor,
mi rancho, un árbol, un perro,
y enfrente el cielo y el cerro
y el cafetalito en flor…

Y entre aroma de saúcos,
un cenzontle que cantara
y una poza que copiara
pajaritos y bejucos.

Lo que los pobres queremos,
lo que los pobres amamos,
eso que tanto adoramos
porque es lo que no tenemos…

Con sólo eso, vida mía;
con sólo eso:
con mi verso, con tu beso,
lo demás nos sobraría…

Porque no hay nada mejor
que un monte, un rancho un lucero,
cuando se tiene un “te quiero”
y huele a sendas en flor…

Alfredo Espino – Jícaras Tristes: Casucas